Una mirada retrospectiva

Se ha convertido en una tradición, el echar la mirada hacia atrás para hacer memoria y balance del año cuando estamos llegando al final de este. Y al hacerlo, como en años anteriores, he caído en la cuenta de cuánto está el centro de menores incrustado, como una pieza más, en la comunidad de la que participa. Y queda por tanto sujeto, a los vaivenes y circunstancias a los que esta está sometida.

Para aquellas personas ajenas a lo que es un centro de menores, lo que supone y su alcance, me detendré, desde mi experiencia del Hogar para Menores Tutelados Al Amal, con el fin de dar una visión, eso sí, un tanto comprimida y resumida, sin que por ello sea simplista.

El hogar para menores tutelados Al Amal, es un dispositivo pensado para el tratamiento psicológico y socioeducativo de los menores que en él residen. Debemos tener presente que los menores que en él recalan, llegan con unas trayectorias de vida rotas (familias disfuncionales, desatención, abusos, consumos, alteraciones emocionales y conductuales, dificultades para establecer vínculos emocionales positivos, desconfianza…). Estos menores que, con independencia de si son más o menos resilientes, de su fragilidad o fortalezas emocionales, necesitan de un báculo en el que sostenerse, de relaciones emocionales que les generen confianza y de un entorno seguro y protector. Así, todas las acciones que se han llevado a cabo, se piensan para que dicho dispositivo, se convierta en un mecanismo que ejerza una influencia sanadora que reoriente, fortalezca y reestructure sus procesos de vida.

Las herramientas fundamentales con las que vamos a operar en el dispositivo para llevar esto a cabo son: El equipo educativo, la organización y gestión de los espacios y la organización y gestión del tiempo.

El equipo educativo. Pieza fundamental y necesaria con quienes los menores puedan crear vínculos afectivos que posibiliten su reestructuración psíquica y emocional. Son los responsables de señalar el rumbo y ayudarles a descubrir el camino a seguir, acompañándolos a lo largo de su sinuosa travesía.

La organización y la gestión de los espacios. La distribución de los espacios, la distinción entre espacios públicos y privados, espacios de recreo, de trabajo y de descanso, el uso y la funcionalidad que ocupan cada uno de ellos. Crear un entorno cálido, ordenar, cuidar, mantener y establecer sus improntas proyectando sus gustos mediante la decoración y disposición por ejemplo de sus habitaciones, confiere identificarse, afiliarse al hogar, sentirse parte de.

La organización y la gestión del tiempo. Es fundamental la estructuración del tiempo, el establecimiento de rutinas, ordenar las tareas y actividades, proyectándolas y ejecutándolas en función de una simbiosis entre las posibilidades, la pertinencia y el tiempo. Esto cofiere estabilidad, seguridad y les ayudan a organizarse y poder planificar las acciones en el tiempo.

Durante todos estos años, esto ha ido funcionando más o menos de manera engranada, como los piñones de una máquina, que hace que la rueda gire de una manera armónica. Sin embargo, la llegada de la pandemia, ha provocado que estas rutinas y la trayectoria de años se viera alterada, debiendo de modificar y armar el engranaje para adaptarse a un confinamiento inexorable, y a lo que se ha denominado “la nueva normalidad”, que impone su manera de hacer hasta nuestros días.

Durante este 2020, hemos asistido a:

  • Gestionar de manera simultánea, en los momentos de mayor rigor y temor de la pandemia sanitara, el cuidado y el acompañamiento en dos espacios bien distintos, el Hogar de Acogida y el Hospitalario.
  • A estar presentes, cuidando y sosteniendo la mano hasta el momento de su expiración, al menor que tuvo que hacer frente a un cáncer agresivo que no le dio tregua alguna.
  • A adaptarnos a las nuevas herramientas y metodologías académicas impuestas por el sistema educativo.
  • A crear y establecer protocolos sanitarios cuando no los había, adaptándonos e incorporando los que se nos ha ido trasladando desde la administración.
  • A dibujar la integración comunitaria y las acciones dirigidas a tal fin, intramuros, cuando toda la vida del Hogar siempre ha estado proyectada hacia el exterior.
  • A pasar por el tamiz del cuidado y la protección sanitaria frente al covid19 todas las actividades que se han ejecutado.
  • A transmitir y generar seguridad en los menores acogidos, con el fin de que puedan normalizar sus vidas, en el contexto en que se encuentren.

Aún con todos estos avatares, los pilares de Al Amal se mantienen robustos, y esto ha sido posible gracias a su gente (moradores y equipo educativo), a su empeño, a los apoyos que se han recibido, y por supuesto, a la propia historia del Hogar de Acogida, que se hace presente cada día.