La noche del 20 de junio de 2020, en vísperas de la nueva normalidad, tuve un sueño en el que veía a dos jóvenes de Al-Amal, entrando a una casa nueva, con una sonrisa en el rostro, arrastrando una maleta cada uno. Fue un momento emotivo que viví tan intensamente hasta que me desveló, bien entrada la mañana, la llamada de un ex menor desde Murcia. Ahí me di cuenta que todo había sido un sueño, lejos de una realidad que estos días vivimos en el centro.
Tres de los residentes de Al-Amal, ya mayores de edad, siguen confinados en el centro a la espera de que finalice el estado de alarma. Son jóvenes que han aprovechado al máximo su estancia en Al-Amal, pero su futuro aún está en el aire y su sacrificio parece ser insuficiente para que la administración levante el veto contra la inclusión de estos jóvenes en el programa de autonomía y dé respuestas satisfactorias a las necesidades y demandas de este colectivo que pasan por garantizarles un techo donde poder tener cierta estabilidad y seguir avanzando con su proyecto migratorio.
Han sido meses muy complicados de confinamiento, agravados por la llegada del sagrado mes de Ramadán, el fallecimiento de Jesús, del exmenor Allal, la «teleeducación»…, entre otros sucesos que seguramente marcarán Al-Amal para siempre. He de reconocer el buen comportamiento y el espíritu colaborativo que han mostrado los menores y también, el duro trabajo que ha realizado el equipo educativo en unas circunstancias sin precedentes.
En estos momentos estamos con una campaña de búsqueda de recursos: trabajo y vivienda para dos jóvenes mayores de edad que, aunque siguen con nosotros, su salida del centro es inminente. Hasta ahora se ha contactado desde Al-Amal con algunos empresarios, incluso se ha acompañado a dichos jóvenes y a otros al campo para buscar trabajo en la actividad agrícola. De hecho, lograron trabajar unas horas en la recogida de ajos cerca de la localidad de Manzanares, pero desafortunadamente, tuvieron que interrumpir su jornada laboral y regresar a casa decepcionados por motivos administrativos.
Parece existir un desconocimiento generalizado entre las empresas agrarias sobre el Decreto Ley 13/2020 del 7 de abril que autoriza a los nacionales de terceros países de 18 a 21 años, en situación regular para trabajar en la campaña agrícola hasta el 30 de septiembre de 2020. Sin embargo, la mayoría de las gestorías han sido incapaces de darles de alta a algunos jóvenes que poseen un permiso de residencia temporal no lucrativo, retrasando así la incorporación de los mismos al mercado laboral.
Consultadas tanto la subdelegación del gobierno como la seguridad social, ambos órganos reconocen abiertamente el derecho puntual otorgado por ley a estos chavales para trabajar en el campo, independientemente del tipo de permiso que tengan. En esta lucha estamos ahora, intentando explicar a los empresarios el contenido del susodicho decreto ley para desbloquear esta situación y permitir que nuestros jóvenes tengan, cuanto antes, la oportunidad de conseguir su primer trabajo en España, siendo uno de los objetivos que define su proyecto migratorio.
Mientras se resuelve el tema de estos chicos y pueden finalmente trabajar en el campo, reina una cierta preocupación e incertidumbre en torno a la salida de dos de los tres jóvenes que aún siguen confinados en el centro. Han sido los que mejor han aprovechado su estancia en Al-Amal, sobre todo, a nivel académico. Uno de ellos ha sido titulado en la ESO, en menos de un año de estancia en el centro, mientras el otro ha obtenido la mejor nota en su primer curso de FPB, modalidad de peluquería.
Los dos jóvenes, además de querer trabajar, muestran un interés especial por seguir formándose para poder tener mejores expectativas de futuro. Desde la comunidad educativa, algunos profesores se han ofrecido a colaborar para que uno de estos chicos tenga un techo cuando abandone el centro de acogida. Además, algunos miembros del equipo educativo del centro tienen pendiente hablar con algunos empresarios para tratar la posibilidad de incorporar a estos chicos a la actividad agraria.
Finalmente, y para concluir, me gustaría que nos hagamos todas y todos partícipes del proceso migratorio de estos chavales, que cuentan cada vez menos con el apoyo de la administración. Hemos intentado por activa y por pasiva convencer a los responsables de autonomía en CR con el fin de reubicar al menos a uno de los dos jóvenes en cuestión, pero ha sido imposible. Por tanto, cuando uno no encuentra apoyo fuera, tiende a recurrir a su familia. Esta llamada a la solidaridad, a la esperanza y también desde la desesperación, en la que os pedimos que, si os enteráis de algún recurso residencial, sea donde sea y en la comunidad que sea, avisadnos, por favor. Mientras tanto, nosotros seguimos con nuestra desescalada que se nos está haciendo cuesta arriba.
Mohamed El Asri Ben Zaina